Este es el
balcón del piso donde viví en mi niñez, en el viejo barrio del Boterón, lo cual
explica que al pasar siempre le preste atención. Para mi feliz sorpresa, sus
actuales moradores lo han convertido en, tal vez, el balcón más alegre de la
ciudad.
Regaderas, mariposas, mandarinas, ganchillo, farolillos… cada año un
nuevo hallazgo que me transporta mentalmente a una infancia perdida y deseada.
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